Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

Séptimo ARTE

Nuevos caminos del cine mexicano

Por: Nuria Ibáñez

 

Pese a la falta de apoyos y estímulos fiscales, a la tendencia de algunos realizadores de querer copiar y competir con Hollywood, a los problemas de distribución, las películas mexicanas ganan audiencias con sus propuestas arriesgadas y novedosas.El cine mexicano ha crecido en los últimos años a un ritmo trepidante ¿A qué se debe esta avalancha de óperas primas, esta explosión de nuevos nombres y propuestas marcadas por la diversidad temática y la búsqueda de nuevos caminos formales? Y en definitiva, ¿por qué se hacen más películas ahora que antes? Desde hace un año no hay festival de cine internacional (Cannes, Venecia, Berlín, Sundance, Toronto, San Sebastián) donde no esté una película mexicana en competencia. ¿Se podría decir que el cine mexicano se ha puesto de moda?

El violín de Francisco Vargas, La zona de Rodrigo Plá, Dos abrazos de Enrique Begné, Malos hábitos de Simón Bross, Párpados azules de Ernesto Contreras, Familia tortuga de Rubén Ímaz, Quemar las naves de Francisco Franco, El búfalo de la noche de Jorge Hernández, Partes usadas de Aarón Fernández, Más que a nada en el mundo de Andrés León Becker y Javier Solar, Dramamex de Gerardo Naranjo, Mi vida dentro de Lucía Gajá, Déficit de Gael García Bernal, entre otras muchas, son las óperas primas que el año pasado recorrieron festivales y ganaron premios a diestra y siniestra. Se trata de una nueva camada de directores noveles (llama la atención la gran ausencia de mujeres) que gozaron de éxito con sus cortometrajes y están dispuestos a tomar con fuerza el relevo generacional. Su riqueza de estilos, potencia visual y la originalidad de sus formas los llevaron a triunfar en festivales.

¿Cómo hacer cine en México?
Algunos piensan que lo ideal es hacer algo pequeño para la primera película. Poco presupuesto, pocas locaciones y pocos personajes. Así lo hicieron Fernando Eimbcke y Ernesto Contreras, ambos egresados del CUEC. Eimbcke triunfó con un único departamento, un cuadro de patos en la sala y dos chavos que matan el aburrimiento de un domingo sin padres en Temporada de patos. Desde luego, casi siempre va a existir
la preocupación de buscar la opción más barata para hacer un largo. Y él la encontró con una historia que transcurre en una sola locación, sin apenas exteriores, y con poco dinero (800 mil dólares para ser exactos). Para un debutante el principal obstáculo siempre es la financiación, pero, paradójicamente, para Eimbcke también fue una de las ventajas, porque esta falta de recursos propició que buscara distintos esquemas para filmar. Su segundo largometraje, ¿Te acuerdas de Lake Tahoe?, acaba de ganar el premio Fipresci y el Alfred Bauer en el Festival de Berlín también con una historia mínima, un niño de 13 años que busca una pieza de un carro, excusa que le permite alejarse de su casa donde se respira el duelo por la reciente muerte de su padre.

Por este camino de un cine más minimalista, de conflictos pequeños, pocos diálogos, con mucho humor entre líneas, también transita Ernesto Contreras en su primera película Párpados azules (Mejor Largometraje Iberoamericano en Guadalajara, Mención Especial del Jurado en San Sebastián y el reciente Premio Especial del Jurado del Festival de Sundance). Contreras decidió hacer una película pequeña e intimista con su equipo de siempre, sus compañeros del CUEC, con el que ha hecho casi todos sus cortos. Para él este esquema de producción es el ideal: libertad creativa, apostarle al trabajo del actor y rodearse de un equipo cercano y familiar que se comprometa y crea en el proyecto. Cuando ya tienes eso labrado, es más fácil explorar nuevos territorios, y Contreras ya está pensando en hacer algo distinto: duda entre un cuento macabro y una película de ciencia ficción pero sin naves espaciales. “¿Por qué no?”, se pregunta.

Sin embargo, para veteranos como Paul Leduc no es más fácil hacer una película de tres actores en un departamento que filmar una cinta como Cobrador, In God we trust, que se desarrolla en cinco ciudades (Nueva York, Ciudad de México, Buenos Aires, Río de Janeiro, Bel Horizonte), con ocho equipos, en tres idiomas y con actores de distintas nacionalidades. “Ése no es el problema. El problema es la falta de apoyos y estímulos. Llevamos tres años dando vueltas a la famosa Ley 226 y todavía no se sabe qué va a pasar con todo ese rollo. Primero se aprueba, y luego se desaprueba… Si para filmar tengo que pasar años buscando el dinero y con dificultades económicas, es una auténtica pesadilla. Son problemas que no te pueden estimular a seguir en esto. Y si sigues no es porque eso te estimule, sino porque te estimula otra cosa del cine”, afirma con cierta amargura este director que, a causa de estos problemas, se mantuvo alejado de
la dirección durante más de diez años.

Ante esta visión más derrotista, la directora de Imcine, Marina Stavenhagen, confirma que la citada Ley 226 del Impuesto Sobre la Renta, que contempla un estímulo fiscal para las empresas que decidan producir películas, no sólo ya se aprobó sino que comenzará a aplicarse a partir del segundo trimestre del año, lo
que permitirá el arranque de muchas películas que están atoradas o en vías de realización. Según contó a la prensa, esta ley permitirá un incremento del 200 por ciento en relación con la pasada década.

Independientemente de esto, para muchos otros cineastas el camino más corto para hacer una primera película es entregarse a las bondades del video. Rubén Ímaz, estudiante del
CCC, desechó la oportunidad que le ofrecía la escuela de filmar un cortometraje en cine y en su lugar prefirió filmar un largo en video. Familia tortuga recibió el apoyo de Cine en Construcción del Festival de San Sebastián para su postproducción y dio vuelta por festivales.

Para Eimbcke el gran problema del cine mexicano es que quiere copiar y competir con el cine de Hollywood. “Y eso es imposible. Yo lo respeto, pero no tenemos que voltear hacia Estados Unidos sino hacia Sudamérica o hacia el cine asiático. Llevamos años negándonos a nuestra forma particular de contar las cosas”. Quizá sea eso lo que esté ocurriendo ahora, que se está encontrando una forma distinta de contar las cosas. Y en esa manera singular de relatar esas cosas también entra en juego el buen hacer del guionista. A los directores recién salidos de las escuelas, con probada preparación técnica y visual, les faltan historias y las están encontrando en manos de guionistas, dramaturgos y escritores talentosos. Eimbcke contó con la escritora Paula Markovitch, también guionista de Dos abrazos, de Enrique Begné; Ernesto Contreras con las historias de su hermano Carlos Contreras; Rodrigo Plá con los guiones de su mujer y escritora Laura Santullo; Simón Bross con el dramaturgo Ernesto Anaya; Rubén Ímaz con la guionista Gabriela Vidal.

El resultado: historias que se alejan del cliché como de la peste y huyen de la solemnidad (que tanto mal hizo al cine mexicano de antaño), que buscan nuevos ángulos por los que atacar, que retratan otros mundos. Una mujer gana un viaje para dos personas a una playa paradisiaca y decide invitar a un desconocido; una madre sufre de anorexia y quiere que su hija también esté delgada; una familia no puede reponerse a la pérdida de la madre un año después de su muerte; una historia de amor entre un hombre y dos mujeres menonitas; un ladrón que queda atrapado en una zona de alta seguridad y es perseguido por los vecinos para ajusticiarlo; la amistad de dos chavos que roban piezas de carros; un mago que pierde su trabajo en el circo y decide robar una guillotina del siglo XVI sin saber que una terrible maldición pesa sobre ella… Éstas son sólo algunas de las historias que están colonizando el cine mexicano de ahora. Nada que ver con las películas de drogas, judiciales y balaceras. “Igual que los grandes pueblos tienen grandes gastronomías, y que la mexicana es variadísima, creo que al cine le tiene que suceder eso, tiene que ser más plural”, augura Simón Bross.

Fondos europeos
Ésta es otra de las opciones que recientemente comenzaron a contemplar los que tienen un guión en el cajón y aspiran a dirigirlo: los festivales de cine europeo más prestigiosos (Cannes, Berlín, Locarno, Rotterdam, Göteborg, Fribourg) crean estrategias para desarrollar un nuevo cine y destinan parte de sus fondos a la escritura de guión, la producción, postproducción y distribución de películas (ficción y documental) de países en vías de desarrollo, entre los cuales se encuentra México. No son apoyos astronómicos, pero es una buena opción que permite sacar el proyecto adelante. De estos apoyos se han beneficiado, en los últimos años y en sus distintas variantes, no pocas películas mexicanas (aunque queden por detrás de las argentinas, que son legión): Japón, Batalla en el cielo, Luz silenciosa, las tres de Carlos Reygadas (producción); Sangre de Amat Escalante (producción), Perfume de violetas de Maryse Sistach (producción), ¿Quién diablos es Juliette? de Carlos Marcovich (producción), Fricción de Michel de Lipkes (desarrollo de guión), Los herederos de Eugenio Polgovsky (producción digital), Stroke de Daniela Schneider (desarrollo de guión), Expiration date de Kenya Márquez (desarrollo de proyecto), Me vas a recordar de Issa García Ascot (desarrollo de proyecto), Francisco Vargas (escritura de guión) y Rubén Ímaz (escritura de guión).

De los directores mencionados casi todos proceden de las escuelas de cine, normalmente del CUEC y CCC. Pero hay otros, como Carlos Reygadas, que se considera autodidacto. “No me considero, lo soy”, protesta. Reygadas confiesa que está en contra de las escuelas de cine cuando insisten en que el cine es de una forma determinada y no de mil formas. “No todas las escuelas son así, pero la mayoría, lamentablemente, creen que el sistema de Hollywood que impone al mundo es el correcto. Y te enseñan a hacer un guión como en Estados Unidos”. Reygadas, que escribe sus diálogos como en el teatro, con el nombre a la izquierda y el diálogo de corrido, se queja de que muchas veces no recibió apoyos institucionales porque le decían que el guión estaba mal escrito. Este director sigue apostando por el cine menos convencional y no busca complacer al público por la vía fácil ni se aparta un milímetro de su forma de entender el cine como un medio que traduce las imágenes en sentimientos sin la necesidad de actores profesionales o métodos de actuación. Para ello saca adelante sus películas con su productora Mantarraya y recurre prácticamente a apoyos extranjeros. Su última película, Luz silenciosa, ganadora del Premio del Jurado en Cannes, es un filme exigente y contemplativo, que sin embargo tuvo una mayor conexión con el público que sus anteriores películas. Quizás porque es más emotiva. “Puede ser. Es cierto que Batalla en el cielo es mucho más abstracta. Pero igual vuelvo a hacer una película igual de abstracta”.

Por supuesto que cada proyecto acarrea distintos niveles de dificultades. Rodrigo Plá filmó dos películas casi simultáneamente. Este joven director empezó con la idea de Desierto adentro, película que compite en el próximo Festival de Guadalajara. Pero al ser una historia de época, bastante particular, trágica y sin concesiones, corrió con muchas dificultades para conseguir el financiamiento. Por eso decidió, junto a su mujer Laura Santullo, adaptar el cuento La zona (escrito por ella) “porque es una historia muy contemporánea con distintos niveles de lectura y fue más fácil el proceso de venta”. Gracias a que Plá ganó un Oscar estudiantil con el cortometraje El ojo en la nuca, había mucho interés en Estados Unidos por La zona, que se estrena el próximo 14 de marzo en las pantallas mexicanas. La película (León del Futuro a la mejor ópera prima en el Festival Venecia y Premio de la Crítica Internacional del Festival de Toronto) es, además, una coproducción con España. La solución de la coproducción es, desde luego, una alternativa. “Las coproducciones por una cuestión del idioma te llevan naturalmente hacia España. Y creo que funciona bien. Y si puedes trabajar el acento, la cosa no tiene mayores problemas”, explica Plá, que presume de que en su película el actor español Carlos Bardem, hermano del ganador del Oscar Javier, habla como mexicano.

En lo que todos coinciden es que hacer una película es muy difícil y no sirve demasiado filmar cada cinco años. Algo que Plá aprendió de Carlos Carrera, del que fue asistente de dirección, es que hay que ir moviendo varios proyectos a la vez, a riesgo de que luego te salgan los dos al mismo tiempo, que es lo que afortunadamente le pasó a él. “Tardas tanto en levantar las películas que es mejor tener varios guiones”. Plá predica con el ejemplo y, a pocos días del estreno de La zona y de Desierto adentro, ya tiene el guión La santa que vino del mar, escrito por su esposa, y además una historia pequeña que quiere filmar en Uruguay.

Para muchos otros, el verdadero talón de Aquiles del cine mexicano es la distribución. Everardo González, director de los documentales La canción del pulque y Los ladrones viejos. Las leyendas del artegio (por la que compite a mejor película en los Arieles de este año), sufrió para encontrar un distribuidor a su película. Lo mismo les pasa a muchas de las cintas que ganan premios en festivales pero que aún no se estrenaron en salas. Es el caso de Familia tortuga de Juan Patricio Riveroll, Espérame en otro mundo de Juan Pablo Villaseñor, y algunas de las películas de Ripstein como La virgen de la lujuria, que nunca se estrenó comercialmente.

En contraste con épocas anteriores, ahora hay muchos cineastas que llegan del campo de la publicidad. Enrique Begné, director de Dos abrazos (Mejor Director en el pasado Festival de Guadalajara y premio Nueva Narrativa en el Festival de Tribeca) estudió en el CCC y lleva años trabajando en publicidad, lo que le permitió adquirir experiencia en el set como director. “La publicidad ha profesionalizado más el cine porque te exige precisión, que todo esté bien y se vea bien. En publicidad no puedes hacer un plano que no se vea o no cumpla su cometido. En este sentido creo que ha ayudado al cine”. Pero eso no significa que a todos los directores que proceden de la publicidad se les pueda meter en el mismo saco. “La estética de la película Malos hábitos de Simón Bross es completamente distinta a la mía”, explica.

Por su lado, Simón Bross, uno de los publicistas más premiados del mundo, opina que este país está dividido entre los que hacen publicidad y
los que hacen cine. “Por fortuna ya se está acabando con Iñárritu, Cuarón, El Chivo, Rodrigo Prieto”, señala. Bross hizo su primera película, Malos hábitos (Mejor Película Mexicana en el Festival de Guadalajara) sin pensar en el público al que iba dirigida, ni en cuánto invertir o lo que iba a ganar, si el tema era actual o no, jamás pensando en un festival. “Básicamente la quise hacer para el público mexicano y para mis amigos”. Por eso decidió agarrar a su equipo de toda la vida y gente como Carlos Cuarón, Memo Navarro o Brigitte Broch les echó la mano. Bross ya está pensando en su segundo proyecto, pero además quiere sacar adelante otras películas como productor.

Visiones del DF
Hay mil maneras de ver la Ciudad de México. Y eso se está reflejando en el cine. La ciudad se convierte en personaje y su atmósfera (densa y pegajosa), sus ruidos y sus contradicciones han inspirado el reciente cine nacional.

En Párpados azules la Ciudad de México está vista desde cierto ángulo. La historia no es completamente realista, tiene una atmósfera medio irreal, o mágica. En Dos abrazos Begné realiza un recorrido por las colonias no históricas pero clásicas de la ciudad. Se quiso alejar de la tendencia de retratar Polanco o Condesa o irse al otro extremo de los rincones de miseria, para hablar de la clase media de la ciudad, “que es a fin de cuentas donde vivimos casi todos”. La zona es una metáfora sobre las desigualdades sociales de una Ciudad de México y plantea la hipótesis de una urbe muy violenta y con mucha impunidad donde la gente con miedo se atrinchera detrás de los muros de sus casas. Es un thriller de varias lecturas que pone sobre la mesa la polarización de las clases sociales. Batalla en el cielo también mostró los dos polos de la ciudad pero de manera muy distinta, más despojada y abstracta.

Contesta la encuesta:

¿Qué opinas del cine mexicano?

Las historias son originales, y con buena trama

A pesar del bajo presupuesto, se logran buenas políticas

Sólo llevan a la pantalla historias refritas o remakes

No es de alta calidad

Nuestros cineastas, escritores, productores, actores, son bueno